Lunes XXIV del Tiempo Ordinario

Evangelio según san Lucas 7, 1-10

En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar a la gente, entró en Cafarnaúm. Había allí un oficial romano, que tenía enfermo y a punto de morir a un criado muy querido. Cuando le dijeron que Jesús estaba en la ciudad, le envió a algunos de los ancianos de los judíos para rogarle que viniera a curar a su criado. Ellos, al acercarse a Jesús, le rogaban encarecidamente, diciendo: «Merece que le concedas ese favor, pues quiere a nuestro pueblo y hasta nos ha construido una sinagoga». Jesús se puso en marcha con ellos.

Cuando ya estaba cerca de la casa, el oficial romano envió unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes, porque yo no soy digno de que tú entres en mi casa; por eso ni siquiera me atreví a ir personalmente a verte. Basta con que digas una sola palabra y mi criado quedará sano. Porque yo, aunque soy un subalterno, tengo soldados bajo mis órdenes y le digo a uno: ‘¡Ve!’, y va; a otro: ‘¡Ven!’, y viene; y a mi criado: ‘¡Haz esto!’, y lo hace».

Al oír esto, Jesús quedó lleno de admiración, y volviéndose hacia la gente que lo seguía, dijo: «Yo les aseguro que ni en Israel he hallado una fe tan grande». Los enviados regresaron a la casa y encontraron al criado perfectamente sano.

 

=========================

Reto Trivia Vida de los Santos del mes de septiembre, cada día publicaré la vida de un santo y deberás de enviar tus respuestas del mes correspondiente al correo electrónico penriquegarcia@gmail.com del 1º  al 5 de cada mes.  Los resultados se publicaran el día 10 de cada mes.  ¿Aceptas el Reto de la Trivia de la Vida de los Santos? Para el mes de septiembre la trivia de la vida de los santos del #104 al #133. A las personas que envíen sus respuestas en este mes de septiembre dedicado a la Biblia, les enviaré una Biblia Gratis. ¡ESPERO SUS RESPUESTAS!

 

Hoy san Pablo en la primera carta a los corintios (1 Cor 11, 17-26) nos dice claramente que la institución de la eucaristía es una enseñanza recibida de la tradición apostólica que se remonta a Jesús (v. 23), y Pablo tiene el deber de transmitirla a las distintas comunidades. Sobre el valor histórico de estos dos verbos (“recibir” – “transmitir”) meditaremos más adelante; aquí vamos a considerar el valor que, según Pablo, tiene la celebración eucarística para la vida de la comunidad cristiana de Corinto.

La eucaristía es, en primer lugar una llamada, una vocación divina: no puede ni debe ser reducida a una mera convergencia de diferentes sujetos, aunque sea con intenciones respetables y dignas de alabanza. Al contrario, cada vez que la comunidad se reúne para celebrar la eucaristía, obedece a una invitación- mandato del Señor Jesús. Dicho aún con mayor precisión, la eucaristía es un hacer memoria del Señor muerto y resucitado: no puede ni debe ser alterada su fuerza sobrenatural, que nos pone en comunión personal con aquel de quien hacemos memoria.

 

La fórmula “Haced esto en memoria mía” (vv. 24ss), que Pablo comparte con Lucas (22,19), no deja lugar a ninguna duda. Los exégetas señalan que Jesús no pretende dejar aquí a sus discípulos un testamento cualquiera, sino un auténtico memorial (según la terminología técnica hebrea: zikkarôn).

 

Hoy, con una terminología exquisitamente más teológica, diríamos “memoria eficaz y actualizadora”, capaz de producir lo que significa. La eucaristía es también comer la cena del Señor: no puede ni debe ser alterada esta dimensión convival de la eucaristía. Éste es el signo elegido por Jesús, un signo que la tradición apostólica respeta de manera escrupulosa; a falta de este signo, no tendríamos el futuro de la presencia sacramental de Jesús y de la eficacia salvífica de su muerte y resurrección.

 

Pablo confía a sus comunidades un precioso bien testamentario mediante dos verbos técnico-teológicos (“recibir” –“transmitir”: cf. asimismo 1ª  Cor 15, 3). Nos preguntamos qué puede enseñarnos este binomio, sobre todo en vistas a nuestro modo de ser una comunidad eucarística.

 

En primer lugar, aparece aquí la autoconciencia apostólica de Pablo, un rasgo -decíamos también- autobiográfico, aunque en el sentido más elevado del término. En efecto, el apóstol no quiere darse a conocer por sus características personales, sino por su misión, una misión a la que no puede sustraerse. Un elemento esencial e irrenunciable de tal misión apostólica es precisamente la transmisión de la memoria de lo que Jesús dijo e hizo la víspera de su pasión. En segundo lugar, se percibe la centralidad de la eucaristía en el tesoro de las verdades que los apóstoles están obligados a transmitir (por ejemplo, como en 1ª  Cor 15, 3, la verdad histórico -salvífica del acontecimiento de la resurrección de Jesús).

 

Es como decir que la comunidad cristiana -y dentro de ella todo verdadero discípulo de Jesús- no puede vivir y mucho menos atestiguar su propia fe si no tiene en el centro de su vida la eucaristía, considerada precisamente como memoria actualizadora del misterio pascual y, por ello, capaz de producir también en nosotros la gracia del misterio que significa. En tercer lugar, se percibe de manera concreta la verdad del dicho: “La eucaristía hace la Iglesia”. Sería demasiado poco considerar y afirmar que la Iglesia “hace”, es decir, celebra la eucaristía: sería reductor y unilateral. Es preciso que nos remontemos más arriba, al acontecimiento de la pascua de Jesús, del que la eucaristía es “memoria” fiel y actualizadora.

 

¿De verdad la Eucaristía es el centro de tu vida? Si dices que la Eucaristía es lo más importante y comes tres veces al día o diario tus alimentos, ¿Cuántas veces a la semana vas a Misa y comulgas en gracia?

 

En el Evangelio del día de hoy,  el relato de la curación que Lucas nos refiere en este fragmento se concentra más en la fe que obtiene el milagro que en el milagro mismo. La figura del centurión pagano asume de este modo un valor emblemático: no hay duda de que Lucas desea entregarnos un modelo tomado precisamente del mundo pagano.

 

La fe del centurión se compone de humildad y de confianza: ambas actitudes lo hacen no sólo abierto al don que va a recibir, sino también a la comunidad de los discípulos de Jesús, a la que pueden pertenecer personas de diferente extracción sociológica. Hay un detalle que nos sorprende y que tiene una gran actualidad. Mientras los ancianos judíos recomiendan el centurión a Jesús en virtud de algunos favores que les había hecho (“Merece que se lo concedas”: v.4), el centurión envía a decir a Jesús: “Señor, no te molestes. Yo no soy digno de que entres en mi casa” (v.6). Está claro que para Jesús son más eficaces estas palabras, marcadas por una humildad grande y sincera, que las otras -demasiado interesadas- con las que los ancianos le formulan su recomendación.

Señalemos, por último, que, como Mateo, también Lucas considera este hecho un preludio de la llegada de los paganos a la Iglesia: el asunto le interesa aún más porque él y sólo él sentirá la necesidad de dedicar la segunda parte de su obra, los Hechos de los Apóstoles, a este gran acontecimiento. Se entrevé así el tema de la apertura universalista de la salvación traída por Jesús.

 

¿Tú fe es tan grande como la del centurión que te preocupas por la salud física y espiritual de los que están a tu alrededor? Si es así, ¿Qué haces para que ellos estén bien, se acerquen y conozcan a Jesús el médico de cuerpos y almas?

 

Reto Trivia Vida de los Santos del mes de septiembre. #120 Beato Mexicano 

 

El santo de la trivia del día de hoy es un beato, es decir, su proceso de canonización aún no ha terminado para que sea venerado por toda la Iglesia universal. Nació en México en 1580 y murió quemado en Omura, Japón, en 1632. Ingresó a la Orden agustina. Con Fray Pedro Solís, viajó en 1605 a Manila y misionó en Japón entre 1618 y 1620. Escribió una narración sobre los mártires de Japón en 1622.

Aunque fue expulsado, regresó a Japón en 1628, hasta que el rey Takanaga mandó apresarlo y quemarlo el 30 de septiembre de 1632 junto con otros misioneros.

Fue beatificado por el Papa Pío IX el 22 de mayo de 1867.

 

¡Lee la Biblia, confía en la misericordia de Dios y tu vida se transformará!

 

En Cristo y Santa María de Guadalupe

Padre Enrique García Elizalde

DOMINGO XXIV. Tiempo Ordinario (Ciclo B)

Evangelio según san Marcos: 8, 27-35

 

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a los pobla­dos de Cesárea de Filipo. Por el camino les hizo esta pregunta: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos le contestaron: «Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que al­guno de los profetas». Entonces él les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» Pedro le respondió: «Tú eres el Mesías». Y él les ordenó que no se lo dijeran a nadie. Luego se puso a explicarles que era necesario que el Hijo del hombre padeciera mucho, que fuera rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que fuera entregado a la muerte y resucitara al tercer día. Todo esto lo dijo con entera claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y trataba de disuadirlo. Jesús se volvió, y mirando a sus dis­cípulos, reprendió a Pedro con estas palabras: «¡Apártate de mí, Satanás! Porque tú no juzgas según Dios, sino según los hombres». Después llamó a la multitud y a sus discípulos, y les dijo: «El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perde­rá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará”.

 

============

 

 Reto Trivia Vida de los Santos del mes de septiembre, cada día publicaré la vida de un santo y deberás de enviar tus respuestas del mes correspondiente al correo electrónico penriquegarcia@gmail.com del 1º  al 5 de cada mes.  Los resultados se publicaran el día 10 de cada mes.  ¿Aceptas el Reto de la Trivia de la Vida de los Santos? Para el mes de septiembre la trivia de la vida de los santos del #104 al #133. A las personas que envíen sus respuestas en este mes de septiembre dedicado a la Biblia, les enviaré una Biblia Gratis. ¡ESPERO SUS RESPUESTAS!

  

El evangelio de este domingo corresponde exactamente a la parte central del Evangelio de Marcos, y lo de “central” aplica en todos los sentidos: extensión y en la dinámica existencial del discipulado. En efecto, los discípulos han hecho ya un significativo recorrido con su Maestro: le han escuchado predicar el Reino de Dios, le han visto hacer señales prodigiosas, que son indicadoras de la llegada efectiva de dicho Reino, le han acompañado en sus disputas y discusiones con los escribas y fariseos, se han recostado con Él- y con toda la multitud que Él suele invitar- para comer, le han asistido en las reuniones multitudinarias y han captado la fascinación de la gente por su enigmática personalidad.

 

Jesús los invita a tomar una postura diferente de la de la “gente” ante Él, los cuestiona personalmente, “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?», los lleva al  diálogo en el que ellos se encuentran comprometidos y han de asumir la responsabilidad de lo que dicen. Provoca en ellos una auténtica profesión de fe: «Tú eres el Mesías».

 

Ese momento en el camino de la fe debe alcanzarnos a todos: Seguir a Jesús a lo largo de nuestra vida, tener un dialogo personal: “¿Quién es Jesús para mí?” No qué dice la gente, qué piensan los demás, sino qué pienso yo. Es la invitación personal y comprometedora. Y aquí no caben las respuestas del catecismo, aprendidas y a veces superficiales que no transforman nuestra vida. ¿Jesús es realmente mi Señor? ¿Él rige, como tal, mis decisiones y mis actos? ¿Es el dueño de mi persona y de mis cosas, de mi tiempo y de mis gustos? ¿Es el criterio último y definitivo de mis decisiones éticas?

 

No pensemos demasiado rápidamente que tenemos una respuesta clara a esta pregunta. Es muy posible que la mayoría de nosotros vea a Jesús como un gran personaje de la historia, como “alguno de los profetas”, pero Cristo quiere más. Para saber quién es Jesús para cada quien basta con hacer un breve análisis de nuestra manera de vivir. Si no hemos llegado aún al “absurdo” de amar a nuestros enemigos, de devolverles un bien por cada mal que nos hagan, de ofrecerles la otra mejilla cuando nos golpean la primera, de soltarles nuestros bienes por los que nos entablan querella, podemos estar seguros de una cosa: Cristo no es el Señor para nosotros, no es nuestro Dios ni nuestro guía y nuestro cristianismo es una careta que nos ponemos y lo hemos convertido en una farsa.

 

Nuestra vida religiosa nos debe llevar de  conocer íntimamente al Señor, en el sentido fuerte que el término “conocer” tiene en la Biblia: honda experiencia que desborda lo meramente intelectual para transformar la totalidad de la existencia misma, tener una  experiencia de intimidad con Cristo que nos lleve a: vivir nuestra vida como Él la vivió, ver al mundo como Él lo ve y amar a los demás como los ama Él.

 

“…Pedro le respondió: «Tú eres el Mesías». Y él les ordenó que no se lo dijeran a nadie…” Pedro toma la palabra y responde por todos, por los discípulos de entonces, y por los de hoy. Y parece que su respuesta es correcta. Jesús es el Mesías, el esperado de todos los tiempos, el prometido por los profetas, aquél por quien ardían los corazones de los israelitas cada vez que celebraban la Pascua, con los ojos puestos en esa pascua futura en la que el Enviado del Señor los haría pasar de manera definitiva de las esclavitudes de la vida presente a la libertad plena prometida por Yahvé a los justos. Para Pedro, todo ese pasado de espera y de humilde sufrimiento con la confianza puesta en la acción futura de Dios, cobra ahora sentido en la persona de Jesús de Nazaret; Él da sentido a nuestro pasado. Jesús no será el Mesías tal y como se lo han imaginado los judíos: el vengador nacionalista que terminará por vencer a los enemigos de Israel y por instaurar, a punta de espada, el Reino de Dios. Por ello, les ordena que guarden silencio. Todavía tienen los discípulos que hacer aprendizaje del tipo de mesianismo que Jesús está dispuesto a encarnar, el mesianismo incomprensible y repugnante de la cruz, del sufrimiento por amor, de la entrega por la salvación de los enemigos. Por eso,

 

“…se puso a explicarles que era necesario que el Hijo del hombre padeciera mucho, que fuera rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que fuera entregado a la muerte y resucitara al tercer día…” Esta expresión “era necesario” tiene valor teológico en el evangelio de Marcos; hace alusión a la voluntad de Dios, único motor que rige la historia de la salvación y la vida de Jesús, su mesías. Por difícil que resulte para los seguidores del Maestro, el sufrimiento va apareciendo con toda claridad en el horizonte de su vida y ellos no pueden comprender por qué tiene que ser así. La misma perplejidad del primer grupo de seguidores de Cristo es nuestra hoy: ¿Cómo puede el amor fracasado salvar al mundo? Porque la fuerza de Dios se manifiesta en la debilidad, y, su sabiduría, en la necedad.

 

“…Entonces Pedro se lo llevó aparte y trataba de disuadirlo…” Pedro ha perdido piso, ya no puede seguir a su Señor; la perspectiva del sufrimiento ha cegado su visión y nublado su entendimiento. Está confundido, enojado. Todo parece indicar que el Maestro ha empezado a perder el juicio y alguien tiene que hacerle entrar en razón. Para eso está él allí, para aclararle al Maestro cómo deben ser las cosas. ¡Ay, cómo me parezco a Pedro! ¡Yo  muchas veces me identifico con Pedro y toda mi vida he intentado hacer que Jesús camine por mis tortuosos senderos, en vez de decidirme de una vez a irme yo por el suyo! Es la perspectiva del sufrimiento lo que parece insoportable a Pedro. Jesús no viene a explicar el sufrimiento, sino a revelar que todo sufrimiento puede convertirse en ofrenda, en fuente de vida, y que ni siquiera la muerte física puede poner freno al plan de Dios. ¿Entiendo que a través de las pruebas, caídas y sufrimiento Dios está más cerca de mí y yo le puedo ofrecer lo mejor de mí?

 

“…Jesús se volvió, y mirando a sus dis­cípulos, reprendió a Pedro con estas palabras: «¡Apártate de mí, Satanás! Porque tú no juzgas según Dios, sino según los hombres»… En el texto original griego lo que Jesús ordena a Pedro es: “ponte detrás de mí” (“hypague opiso mou”). Ese es para siempre tu lugar, Pedro, por más que te encante llevar la delantera a todos, incluyendo al Maestro: detrás, y no delante. Porque delante, sólo puedes ser un estorbo (“Satanás”, significa aquí precisamente eso: estorbo, tropiezo). Ser discípulo significa ir siempre detrás del Maestro, aun cuando el camino parezca cada vez más difícil y el Maestro cada vez más “equivocado”. Él traza el rumbo, no nosotros. Aquí se requiere la obediencia, en el más duro sentido de “negación de la propia razón”, en el abandono de la propia voluntad para dejarse mover por la voluntad del Señor. A veces nos convertimos en estorbos de Dios y hasta le queremos dar órdenes de lo que tiene que hacer, un ejemplo es cuando oramos a veces no pedimos sino exigimos, no dejamos que haga su voluntad sino la nuestra. En mi experiencia como sacerdote de casi 18 años he conocido mucha gente en la Iglesia que se siente a veces más que Cristo, Él vino a servir y ellos ni siquiera se acomiden a hacer las cosas o a ayudar, Jesús nos habla de ocupar los últimos puestos y ellos buscan cargos, títulos, o sentirse los primeros y que los admiren y vean todos los demás.

 

¿Buscas seguir a Jesús o eres un estorbo en su misión?

 

Ciertamente, seguir a Jesús en el camino de la pasión es confesar la fe en Jesús como Mesías.

 

“…Después llamó a la multitud y a sus discípulos, y les dijo: «El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perde­rá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará»…” Y esta es siempre una oferta de libertad: “el que quiera”. Jesús no obliga a nadie. Si alguien quiere estar verdaderamente con Él, que tome la cruz  y que no lo pierda como centro de su propia vida, no privarse nunca de su palabra (la única que es “de vida eterna”) y de su amor, único refugio verdadero ante las angustias más variadas de la existencia humana, deberá, pues, seguirlo por este camino. Para ello será necesario hacer tres cosas: negarse a uno mismo, cargar con la propia cruz, y seguirle a él.

 

El primer paso, en realidad, es el más difícil; los otros dos, son mera consecuencia. Negarse a uno mismo implica una lucha abierta contra el propio ego, único verdadero obstáculo para el crecimiento espiritual. Lo que nos impide vivir las elevadas exigencias de la caridad es el ego, acostumbrado a servirse de los otros, más que a servirlos, a hacer prevalecer sus intereses a toda costa, a evitar cualquier incomodidad o sufrimiento, por pequeños que sean. El ego es el ídolo que se yergue en el altar de nuestro corazón desplazando a Dios, el ego desfigura el rostro del hermano y nos hace verlo como rival; el ego es avaricioso insaciable, por lo que rechaza con violencia las invitaciones de Cristo a la renuncia, a la comunión de vida y de bienes, a la solidaridad. Por un lado, es cierto que el ego es invencible a nuestras solas fuerzas, y que requerimos de la gracia en esta batalla; pero, por otro lado, de todos modos el Señor quiere que empeñemos toda nuestra energía en derrotar al ídolo, aunque sea él quien le dé realmente el tiro de gracia.

 

¿Estás dispuesto a negarte a ti mismo, cargar con tu propia cruz, y a seguir a Cristo en su pasión hasta la muerte para que puedas resucitar

 

Reto Trivia Vida de los Santos del mes de septiembre. #119

El Santo de la trivia del día de hoy es el patrón de Nápoles, es famoso por el milagro que generalmente ocurre cada año desde hace siglos, el día de su fiesta, el 19 de septiembre. Su sangre, se licua ante la presencia de todos los testigos que deseen asistir.

Durante la persecución de Diocleciano, fueron detenidos en Pozzuoli, por orden del gobernador de Campania, Sosso, diácono de Miseno, Próculo, diácono de Pozzuoli, y los laicos Euticio y Acucio. El delito era haber públicamente confesado su fe.

Cuando nuestro santo tuvo noticias de que su amigo Sosso y sus compañeros habían caído en manos de los perseguidores, decidió ir a visitarlos y a darles consuelo y aliento en la prisión. Como era de esperarse, sus visitas no pasaron inadvertidas y los carceleros dieron cuenta a sus superiores de que un hombre de Benevento iba con frecuencia a hablar con los cristianos. El gobernador mandó que le aprehendieran y lo llevaran a su presencia.  El santo de la trivia del día de hoy que fue obispo, Festo, su diácono y Desiderio, un lector de su iglesia, fueron detenidos dos días más tarde y conducidos a Nola, donde se hallaba el gobernador.

Los tres soportaron con entereza los interrogatorios y las torturas a que fueron sometidos. Poco tiempo después el gobernador se trasladó a Pozzuoli y los tres confesores, cargados con pesadas cadenas, fueron forzados a caminar delante de su carro.   En Pozzuoli fueron arrojados a la misma prisión en que se hallaban sus cuatro amigos. Estos últimos habían sido echados a las fieras un día antes de la llegada de nuestro  santo de la trivia y sus dos compañeros, pero las bestias no los atacaron. Condenaron entonces a todo el grupo a ser echados a las fieras. Los siete condenados fueron conducidos a la arena del anfiteatro y, para decepción del público, las fieras hambrientas y provocadas no hicieron otra cosa que rugir mansamente, sin acercarse siquiera a sus presuntas víctimas.

El pueblo, arrastrado y cegado por las pasiones que se alimentan de la violencia, imputó a la magia la mansedumbre de las fieras ante los cristianos y a gritos pedía que los mataran. Ahí mismo los siete confesores fueron condenados a morir decapitados. La sentencia se ejecutó cerca de Pozzuoli, y en el mismo sitio fueron enterrados. Los cristianos de Nápoles obtuvieron las reliquias de nuestro santo que, en el siglo quinto, fueron trasladadas y durante las guerras de los normandos, los restos del santo fueron llevados a Benevento y, poco después, al monasterio del Monte Vergine, pero en 1497, se trasladaron con toda solemnidad a Nápoles que, desde entonces, honra y venera a nuestro santo de la trivia del día de hoy como su patrono principal.

El milagro continúa

Nadie se puede explicar el milagro que ocurre con la reliquia del santo. Se trata de un suceso maravilloso que ocurre periódicamente desde hace cuatrocientos años. La sangre del santo experimenta la licuefacción (se hace líquida). Ocurre cada año en tres ocasiones relacionadas con el santo: la traslación de los restos a Nápoles, (el sábado anterior al primer domingo de Mayo); la fiesta del santo (19 de septiembre) y el aniversario de su intervención para evitar los efectos de una erupción del Vesubio en 1631 (16 de diciembre)

El día señalado, un sacerdote expone la famosa reliquia sobre el altar, frente a la urna que contiene la cabeza del santo. La reliquia es una masa sólida de color oscuro que llena hasta la mitad un recipiente de cristal sostenido por un relicario de metal. Los fieles llenan la iglesia en esas fechas. En un lapso de tiempo que varía por lo general entre los dos minutos y una hora, el sacerdote agita el relicario, lo vuelve cabeza abajo y la masa que era negra, sólida, seca y que se adhería al fondo del frasco, se desprende y se mueve, se torna líquida y adquiere un color rojizo, a veces burbujea y siempre aumenta de volumen.  Todo ocurre a la vista de los visitantes. Algunos de ellos pueden observar el milagro a menos de un metro de distancia. Entonces el sacerdote anuncia con toda solemnidad: «¡Ha ocurrido el milagro!», se agita un pañuelo blanco desde el altar y se canta el Te Deum. Entonces la reliquia es venerada por el clero y la congregación.

El 5 de mayo del 2008, reporteros de 20 canales de TV, entre ellos CNN estaban presentes en la catedral cuando ocurrió el milagro.

El milagro ha sido minuciosamente examinado por personas de opiniones opuestas. Se han ofrecido muchas explicaciones, pero en base a las rigurosas investigaciones, se puede afirmar que no se trata de ningún truco y que tampoco hay, hasta ahora, alguna explicación racional satisfactoria. En la actualidad ningún investigador honesto se atreve a decir que no sucede lo que de hecho ocurre a la vista de todos. Sin embargo, antes de que un milagro sea reconocido con absoluta certeza, deben agotarse todas las explicaciones naturales, y todas las interrogantes deben tener su respuesta. Por eso la Iglesia favorece la investigación.

Bibliografía

1-Acta Sanctorum, sept. vol. VI
2- Butler, Vida de los Santos

 

¡Lee la Biblia, confía en la misericordia de Dios y tu vida se transformará!

 

En Cristo y Santa María de Guadalupe

Padre Enrique García Elizalde