Evangelio según san Mateo 20, 1 – 16
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los cielos es semejante a un propietario que, al amanecer, salió a contratar trabajadores para su viña. Después de quedar con ellos en pagarles un denario por día, los mandó a su viña. Salió otra vez a media mañana, vio a unos que estaban ociosos en la plaza y les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña y les pagaré lo que sea justo’. Salió de nuevo a medio día y a media tarde e hizo lo mismo.
Por último, salió también al caer la tarde y encontró todavía a otros que estaban en la plaza y les dijo: ‘¿Por qué han estado aquí todo el día sin trabajar?’ Ellos le respondieron: ‘Porque nadie nos ha contratado’. El les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña’.
Al atardecer, el dueño de la viña le dijo a su administrador: ‘Llama a los trabajadores y págales su jornal, comenzando por los últimos hasta que llegues a los primeros’. Se acercaron, pues, los que habían llegado al caer la tarde y recibieron un denario cada uno.
Cuando les llegó su turno a los primeros, creyeron que recibirían más; pero también ellos recibieron un denario cada uno. Al recibirlo, comenzaron a reclamarle al propietario, diciéndole: ‘Esos que llegaron al último sólo trabajaron una hora, y sin embargo, les pagas lo mismo que a nosotros, que soportamos el peso del día y del calor’.
Pero él respondió a uno de ellos: ‘Amigo, yo no te hago ninguna injusticia. ¿Acaso no quedamos en que te pagaría un denario? Toma, pues, lo tuyo y vete. Yo quiero darle al que llegó al último lo mismo que a ti. ¿Qué no puedo hacer con lo mío lo que yo quiero? ¿O vas a tenerme rencor porque yo soy bueno?’
De igual manera, los últimos serán los primeros, y los primeros, los últimos».
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Hoy la Iglesia honra a la Virgen María como Reina de cielos y tierra. Hace una semana celebramos su asunción a los cielos, ahora es apropiado que celebremos su realeza. Su prima santa Isabel llama a María, «la madre de mi Señor» (Lucas 1, 43). María es la madre de Jesús, quien es el Rey del Universo. Así, María es la Reina del cielo y de la tierra. Desde la cruz, Jesús confió a Juan a María y María a Juan. En ese momento Juan nos representó a cada uno de nosotros como discípulos amados del Señor, así que podemos reclamar a María como nuestra Madre también. Su función es escuchar las peticiones de sus hijos y susurrarlas a los oídos de su Hijo (Ver 1 Reyes 2 – papel de Betsabé con el Rey Salomón)
El documento que instituyó la memoria de María, Reina del Universo es la Constitución apostólica de S.S. Pío XII sobre la realeza de María, del 11 de octubre de 1954. Esta Constitución suele nombrarse por sus primeras palabras en latín: «Ad Caeli Reginam». El texto que sigue es de Pío XII, en los números del 13 al 19 del original, aunque aquí seguimos nuestra numeración usual.
- La madre del Creador
1.1 El argumento principal, en que se funda la dignidad real de María, evidente ya en los textos de la tradición antigua y en la sagrada Liturgia, es indudablemente su divina maternidad. De hecho, en las Sagradas Escrituras se afirma del Hijo que la Virgen dará a luz: Será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y reinará en la casa de Jacob eternamente, y su reino no tendrá fin; y, además, María es proclamada Madre del Señor. Síguese de ello lógicamente que Ella misma es Reina, pues ha dado vida a un Hijo que, ya en el instante mismo de su concepción, aun como hombre, era Rey y Señor de todas las cosas, por la unión hipostática de la naturaleza humana con el Verbo.
1.2 San Juan Damasceno escribe, por lo tanto, con todo derecho: Verdaderamente se convirtió en Señora de toda la creación, desde que llegó a ser Madre del Creador; e igualmente puede afirmarse que fue el mismo arcángel Gabriel el primero que anunció con palabras celestiales la dignidad regia de María.
- María en el plan de salvación
2.1 Mas la Beatísima Virgen ha de ser proclamada Reina no tan sólo por su divina maternidad, sino también en razón de la parte singular que por voluntad de Dios tuvo en la obra de nuestra eterna salvación.
2.2 ¿Qué cosa habrá para nosotros más dulce y suave -como escribía Nuestro Predecesor, de feliz memoria, Pío XI- que el pensamiento de que Cristo impera sobre nosotros, no sólo por derecho de naturaleza, sino también por derecho de conquista adquirido a costa de la Redención? Ojalá que todos los hombres, harto olvidadizos, recordasen cuánto le hemos costado a nuestro Salvador; «Fuisteis rescatados, no con oro o plata,… sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un Cordero inmaculado». No somos, pues, ya nuestros, puesto que Cristo «por precio grande» nos ha comprado.
2.3 Ahora bien, en el cumplimiento de la obra de la Redención, María Santísima estuvo, en verdad, estrechamente asociada a Cristo; y por ello justamente canta la Sagrada Liturgia: Dolorida junto a la cruz de nuestro Señor Jesucristo estaba Santa María, Reina del cielo y de la tierra.
2.4 Y la razón es que, como ya en la Edad Media escribió un piadosísimo discípulo de San Anselmo: Así como… Dios, al crear todas las cosas con su poder, es Padre y Señor de todo, así María, al reparar con sus méritos las cosas todas, es Madre y Señora de todo: Dios es el Señor de todas las cosas, porque las ha constituido en su propia naturaleza con su mandato, y María es la Señora de todas las cosas, al devolverlas a su original dignidad mediante la gracia que Ella mereció. La razón es que, así como Cristo por el título particular de la Redención es nuestro Señor y nuestro Rey, así también la Bienaventurada Virgen [es nuestra Señora y Reina] por su singular concurso prestado a nuestra redención, ya suministrando su sustancia, ya ofreciéndolo voluntariamente por nosotros, ya deseando, pidiendo y procurando para cada uno nuestra salvación.
- Un argumento teológico
3.1 Dadas estas premisas, puede argumentarse así: Si María, en la obra de la salvación espiritual, por voluntad de Dios fue asociada a Cristo Jesús, principio de la misma salvación, y ello en manera semejante a la en que Eva fue asociada a Adán, principio de la misma muerte, por lo cual puede afirmarse que nuestra redención se cumplió según una cierta «recapitulación», por la que el género humano, sometido a la muerte por causa de una virgen, se salva también por medio de una virgen; si, además, puede decirse que esta gloriosísima Señora fue escogida para Madre de Cristo precisamente para estar asociada a El en la redención del género humano «y si realmente fue Ella, la que, libre de toda mancha personal y original, unida siempre estrechísimamente con su Hijo, lo ofreció como nueva Eva al Eterno Padre en el Gólgota, juntamente con el holocausto de sus derechos maternos y de su maternal amor, por todos los hijos de Adán manchados con su deplorable pecado»; se podrá de todo ello legítimamente concluir que, así como Cristo, el nuevo Adán, es nuestro Rey no sólo por ser Hijo de Dios, sino también por ser nuestro Redentor, así, según una cierta analogía, puede igualmente afirmarse que la Beatísima Virgen es Reina, no sólo por ser Madre de Dios, sino también por haber sido asociada cual nueva Eva al nuevo Adán.
3.2 Y, aunque es cierto que en sentido estricto, propio y absoluto, tan sólo Jesucristo -Dios y hombre- es Rey, también María, ya como Madre de Cristo Dios, ya como asociada a la obra del Divino Redentor, así en la lucha con los enemigos como en el triunfo logrado sobre todos ellos, participa de la dignidad real de Aquél, siquiera en manera limitada y analógica. De hecho, de esta unión con Cristo Rey se deriva para Ella sublimidad tan espléndida que supera a la excelencia de todas las cosas creadas: de esta misma unión con Cristo nace aquel regio poder con que ella puede dispensar los tesoros del Reino del Divino Redentor; finalmente, en la misma unión con Cristo tiene su origen la inagotable eficacia de su maternal intercesión junto al Hijo y junto al Padre.
3.3 No hay, por lo tanto, duda alguna de que María Santísima supera en dignidad a todas las criaturas, y que, después de su Hijo, tiene la primacía sobre todas ellas. Tú finalmente -canta San Sofronio- has superado en mucho a toda criatura… ¿Qué puede existir más sublime que tal alegría, oh Virgen Madre? ¿Qué puede existir más elevado que tal gracia, que Tú sola has recibido por voluntad divina?. Alabanza, en la que aun va más allá San Germán: Tu honrosa dignidad te coloca por encima de toda la creación: Tu excelencia te hace superior aun a los mismos ángeles. Y San Juan Damasceno llega a escribir esta expresión: Infinita es la diferencia entre los siervos de Dios y su Madre.
- Reina en el orden de la gracia
4.1 Para ayudarnos a comprender la sublime dignidad que la Madre de Dios ha alcanzado por encima de las criaturas todas, hemos de pensar bien que la Santísima Virgen, ya desde el primer instante de su concepción, fue colmada por abundancia tal de gracias que superó a la gracia de todos los Santos.
4.2 Por ello -como escribió Nuestro Predecesor Pío IX, de feliz memoria, en su Bula- Dios inefable ha enriquecido a María con tan gran munificencia con la abundancia de sus dones celestiales, sacados del tesoro de la divinidad, muy por encima de los Ángeles y de todos los Santos, que Ella, completamente inmune de toda mancha de pecado, en toda su belleza y perfección, tuvo tal plenitud de inocencia y de santidad que no se puede pensar otra más grande fuera de Dios y que nadie, sino sólo Dios, jamás llegará a comprender.
4.3 Además, la Bienaventurada Virgen no tan sólo ha tenido, después de Cristo, el supremo grado de la excelencia y de la perfección, sino también una participación de aquel influjo por el que su Hijo y Redentor nuestro se dice justamente que reina en la mente y en la voluntad de los hombres. Si, de hecho, el Verbo opera milagros e infunde la gracia por medio de la humanidad que ha asumido, si se sirve de los sacramentos, y de sus Santos, como de instrumentos para salvar las almas, ¿cómo no servirse del oficio y de la obra de su santísima Madre para distribuirnos los frutos de la Redención?
4.4 Con ánimo verdaderamente maternal -así dice el mismo Predecesor Nuestro, Pío IX, de ilustre memoria- al tener en sus manos el negocio de nuestra salvación, Ella se preocupa de todo el género humano, pues está constituida por el Señor Reina del cielo y de la tierra y está exaltada sobre los coros todos de los Ángeles y sobre los grados todos de los Santos en el cielo, estando a la diestra de su unigénito Hijo, Jesucristo, Señor nuestro, con sus maternales súplicas impetra eficacísimamente, obtiene cuanto pide, y no puede no ser escuchada.
4.5 A este propósito, otro Predecesor Nuestro, de feliz memoria, León XIII, declaró que a la Bienaventurada Virgen María le ha sido concedido un poder casi inmenso en la distribución de las gracias; y San Pío X añade que María cumple este oficio suyo como por derecho materno.
- Vivir esta verdad de nuestra fe
5.1 Gloríense, por lo tanto, todos los cristianos de estar sometidos al imperio de la Virgen Madre de Dios, la cual, a la par que goza de regio poder, arde en amor maternal.
5.2 Mas, en estas y en otras cuestiones tocantes a la Bienaventurada Virgen, tanto los Teólogos como los predicadores de la divina palabra tengan buen cuidado de evitar ciertas desviaciones, para no caer en un doble error; esto es, guárdense de las opiniones faltas de fundamento y que con expresiones exageradas sobrepasan los límites de la verdad; mas, de otra parte, eviten también cierta excesiva estrechez de mente al considerar esta singular, sublime y -más aún- casi divina dignidad de la Madre de Dios, que el Doctor Angélico nos enseña que se ha de ponderar en razón del bien infinito, que es Dios.
5.3 Por lo demás, en este como en otros puntos de la doctrina católica, la «norma próxima y universal de la verdad» es para todos el Magisterio, vivo, que Cristo ha constituido «también para declarar lo que en el depósito de la fe no se contiene sino oscura y como implícitamente».
5.4 De los monumentos de la antigüedad cristiana, de las plegarias de la liturgia, de la innata devoción del pueblo cristiano, de las obras de arte, de todas partes hemos recogido expresiones y acentos, según los cuales la Virgen Madre de Dios sobresale por su dignidad real; y también hemos mostrado cómo las razones, que la Sagrada Teología ha deducido del tesoro de la fe divina, confirman plenamente esta verdad. De tantos testimonios reunidos se entre forma un concierto, cuyos ecos resuenan en la máxima amplitud, para celebrar la alta excelencia de la dignidad real de la Madre de Dios y de los hombres, que ha sido exaltada a los reinos celestiales, por encima de los coros angélicos.
En el Evangelio Jesús a través de las parábolas nos hace pensar. Esta historia del propietario y de los obreros tiene muchos puntos de reflexión maravillosos:
A) Dios es el propietario que busca emplear a personas que trabajen en su viña. En otras palabras, el Señor nos busca y nos invita a colaborar en su obra de amor. Él quiere la salvación para todos nosotros. Todos tenemos trabajo por hacer en el reino y Dios quiere que seamos participantes activos. El Señor nos invita a «trabajar» para Él y el Reino y nos da la libertad de decir «sí» o «no».
B) Algunas personas nunca han sido invitadas a trabajar en su reino. Cuando se les preguntó por qué estaban sin hacer nada, dijeron «Porque nadie nos ha contratado». Necesitamos llamar e invitar a los demás a trabajar en su reino y cada uno de nosotros a su manera está llamado a participar en el ministerio de evangelización, es decir, a ser discípulos del Señor y hacer discípulos para el Señor. Mi objetivo como sacerdote y superior en el seminario es que todos se conviertan en verdaderos discípulos de Jesús, llenos del Espíritu Santo y prendidos con la Buena Nueva, hasta el punto de desear compartirlo con los demás porque no lo pueden contener en su corazón.
C) Dios es generoso con el pago, su gracia. El propietario generosamente dio a todos los que aceptaron su invitación el salario del día completo, que representa la vida eterna. No importa si trabajaban todo el día o si solo trabajan una hora. Algunos de nosotros respondemos con un «sí» continuo durante toda nuestra vida. Algunos responden mucho más tarde en la vida, incluso en su lecho de muerte. Pero para Dios nunca es demasiado tarde. ¡La clave es responder en el momento en que nos invite con un «sí» sostenido!
D) Dios quiere eliminar y purificar nuestros celos. Los que trabajaron todo el día se ofendieron que el propietario le dio a los que llegaron tarde el mismo salario. ¡No es justo! Sin embargo, los caminos de Dios están mucho más allá de nuestros caminos. Cuando se trata del cielo, a todos se nos ofrece lo mismo. No estamos en una competencia por quien llega primero al cielo; estamos en el mismo camino y la meta es que lleguemos a la casa del Padre. Su oferta de gracia es infinita para cada uno de nosotros. No debe importarnos cuando otros aceptan la oferta de Dios – tarde o temprano – porque cuando estemos con Dios todos gozaremos de su presencia y gloria. Regocijémonos si alguien llega a conocer a Jesús en el último momento de su vida en la tierra, así como nos alegramos si alguien conoce a Jesús desde niño.
E) Jesús reitera que «los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros». Esto debería hacernos pensar cómo nos comparamos con los demás. ¿Trato de ser mejor que todos los demás? ¿Compito tratando de brillar más que otros? Todos somos Sus hijos e hijas y Él quiere prodigar Su amor sobre todos nosotros.
¿He aceptado la invitación del Señor de trabajar en su Reino?
Mi oración tiene que ser cada día:
“Señor Jesús, gracias por ser tan bueno y amarme como lo haces. ¡Ayúdame a responder a tu invitación con un rotundo «SÍ» como lo hizo tu bendita Madre! Ayúdame a enfocar mi vida, mi tiempo, mi corazón y todo lo que hago y tengo en ti y no ser distraído por todas las cosas que este mundo ofrece. Yo deseo la FELICIDAD y la VIDA ETERNA contigo y todo lo que me ofreces. Quiero que todos vengan a conocerte y experimenten tu paz, amor y presencia. Ayúdame a trabajar fielmente e incansablemente para ti, Señor. Que San Juan Bosco y San Juan Pablo II me ayuden a ser fiel a mi vocación. Gracias Señor Jesús, por todas las personas que me sostienen con sus oraciones, sacrificios, ofrecimiento de obras y sobre todo me motivan con su testimonio y santidad. Bendícelos a ellos y cada uno de los miembros de su familia. Dame la fuerza para dar mi vida por cda uno de ellos.
Reto Trivia Vida de los Santos del mes de agosto. #94
Este ilustre francés vino al mundo en la populosa e industrial ciudad de Lyon en el 430 y murió Clermont-Ferrand (Puy-de-Dôme) en el 480. Tuvo, pues, 37 años para llenar su vida de aventuras en las que estuvo siempre presente el amado Cristo. Este joven había alcanzado toda la fama que se puede desear en la vida. Se casó con la hija del emperador Avito. En aquellos tiempos la sucesión de los emperadores era rápida.
En el 456 hizo el elogio de su suegro Avito en el Senado. Y así tuvo que realizarlo por varias veces. El último del que hizo el panegírico fue asesinado. Fue entonces cuando se retiró a Auvergne a vivir tranquilo con su mujer y sus dos hijos. Se distraía con la caza y la pesca y escribiendo poemas y cartas. Fueron los cinco años más felices de su vida. Todo, sin embargo, iba a cambiar para él cuando los Visigodos invadieron las fronteras y asaltaron Clermont-Ferrand.
Durante este tiempo, fue nombrado gobernador y obispo. Animó a los ciudadanos a que aguantaran el asedio y que nunca se rindieran. Hasta entonces no supo lo que era pasar hambre. Sin embargo, llevado de su celo apostólico como obispo, fue un ejemplo para todos. Luchó con todas sus fuerzas para mantener a su pueblo alejado de las herejías que traían los invasores.
Su amor por los pobres le llevaba hasta entregarle sus propios muebles y su vajilla. La tristeza y la añoranza les hicieron morir de forma prematura.
Se dice que fue uno de los mejores escritores de su tiempo.
¡Lee la Biblia, confía en la misericordia de Dios y tu vida se transformará!
En Cristo y Santa María de Guadalupe
Padre Enrique García Elizalde