Jueves XXII del Tiempo Ordinario (1a Lectura)

Primera Carta de San Pablo a los Corintios 3, 18-23

Hermanos: Que nadie se engañe: si alguno se tiene a sí mismo por sabio según los criterios de este mundo, que se haga ignorante para llegar a ser verdaderamente sabio. Porque la sabiduría de este mundo es ignorancia ante Dios, como dice la Escritura: Dios hace que los sabios caigan en la trampa de su propia astucia. También dice: El Señor conoce los pensamientos de los sabios y los tiene por vanos.

Así pues, que nadie se gloríe de pertenecer a ningún hombre, ya que todo les pertenece a ustedes: Pablo, Apolo y Pedro, el mundo, la vida y la muerte, lo presente y lo futuro: todo es de ustedes; ustedes son de Cristo, y Cristo es de Dios.

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Reto Trivia Vida de los Santos del mes de septiembre, cada día publicaré la vida de un santo y deberás de enviar tus respuestas del mes correspondiente al correo electrónico penriquegarcia@gmail.com del 1º  al 5 de cada mes.  Los resultados se publicaran el día 10 de cada mes.  ¿Aceptas el Reto de la Trivia de la Vida de los Santos? Para el mes de septiembre la trivia de la vida de los santos del #104 al #133. ¡ESPERO SUS RESPUESTAS!

 

Hoy San Pablo en la primera lectura (1 Cor 3, 18-23) se dirige a la comunidad de Corinto y retoma la reflexión sobre el binomio “sabiduría” vs “necedad”, probablemente porque había algunas personas en la comunidad que eran extremadamente inteligentes y se consideraban «sabios en esta época». Sin embargo, San Pablo estaba advirtiendo a los corintios que tengan cuidado con estas figuras «sabias». Tener conocimiento sobre el mundo no es malo. Animamos a nuestros niños a obtener una buena educación y aprender tanto como puedan. Pero debemos recordar que «la sabiduría de este mundo es ignorancia ante los ojos de Dios». Pablo va más allá de únicamente buscar la sabiduría de este mundo, sino que debemos buscar la sabiduría del cielo y la completa con dos referencias del Antiguo Testamento: su atención se había concentrado en la necedad de la predicación (1, 18.21) y en la necedad de la cruz (1, 23), así como en la necedad de la fe (2, 5). Ahora su predicación la aplica a la vida cristiana como tal. En efecto, el “vivir en Cristo”, en su conjunto, incluye el compromiso de asumir la novedad de vida que Cristo ha predicado y que anuncia su cruz, aun cuando esta opción parezca paradójica y escandalosa al mundo en que vivimos. En un segundo momento, Pablo perfecciona el discurso sobre la escala de valores y lo hace con una expresión enormemente rica y elocuente:

 

– “Ya que todo les pertenece a ustedes, todo es de ustedes” (v. 22b): No se hace referencia a Pablo, a Polo o Cefas, sino a todo creyente y la comunidad de los mismos. Pablo deja bien claro que los primeros y últimos destinatarios del mensaje salvífico no son los ministros, sino todos los que acogen el mensaje de la predicación, es decir, “Tú y Yo”.

 

– “Ustedes son de Cristo” (v.23ª): todos, ustedes y nosotros, pertenecemos, dice el apóstol, a Cristo mediante la fe. Esta conciencia la tuvieron ya los primeros cristianos cuando, en Antioquía de Siria, recibieron el nombre de cristianos (cf. Hch11, 26), es decir, ser de Cristo,  y es algo que pertenece al depósito de la fe cristiana. Ser de Cristo significa tener una relación especial con Él, en virtud de la llamada recibida, de la Palabra escuchada, del don de la gracia acogida.

 

– “Y Cristo es de Dios” (v. 23b): aquí encontramos reafirmado de nuevo el primado de Dios Padre, origen y fin de todo y de todos. De este modo dibuja el apóstol ante nosotros un itinerario teológico persuasivo y cautivador.

¿Buscas la sabiduría de este mundo o la de Dios?
¿En qué inviertes la mayor parte de tu tiempo, energía y dinero?

 

Reto Trivia Vida de los Santos del mes de septiembre. #109

El santo de la trivia del día de hoy nació en Egipto, Alejandría, en el año 295. Su nombre significa “inmortal”. Fue obispo de Alejandría (Egipto). Principal opositor al arrianismo y Padre de la Ortodoxia. Aclamado doctor de la Iglesia en el año 1568 por el Papa Pió V. Su fiesta se celebra el 2 de mayo.
Arrio, clérigo de Alejandría, propagaba la herejía de que Cristo no era Dios por naturaleza. El santo de la trivia de hoy para enfrentarlo se celebró el primero de los concilios ecuménicos, en Nicea, ciudad del Asia Menor. Nuestro santo, que era entonces diácono, acompañó a este concilio a Alejandro, obispo de Alejandría. Con doctrina recta y gran valor sostuvo la verdad católica y refutó a los herejes. El concilió excomulgó a Arrio y condenó su doctrina arriana.

Pocos meses después de terminado el concilio murió san Alejandro y nuestro santo fue elegido patriarca de Alejandría. Los arrianos no dejaron de perseguirlo hasta que lo desterraron de la ciudad e incluso de Oriente. Cuando la autoridad civil quiso obligarlo a que recibiera de nuevo a Arrio en la Iglesia a pesar de que este se mantenía en la herejía, nuestro santo, cumpliendo con gran valor su deber, rechazó tal propuesta y perseveró en su negativa, a pesar de que el emperador Constantino, en 336, lo desterró a Tréveris.

Durante dos años permaneció nuestro santo en esta ciudad, al cabo de los cuales, al morir Constantino, pudo regresar a Alejandría entre el júbilo de la población. Inmediatamente renovó con energía la lucha contra los arrianos y por segunda vez, en 342, sufrió el destierro que lo condujo a Roma.

Ocho años más tarde se encontraba de nuevo en Alejandría con la satisfacción de haber mantenido en alto la verdad de la doctrina católica. Pero sus adversarios enviaron un batallón para prenderlo. Providencialmente, Atanasio logró escapar y refugiarse en el desierto de Egipto, donde le dieron asilo durante seis años los anacoretas, hasta que pudo volver a reintegrarse a su sede episcopal; pero a los cuatros meses tuvo que huir de nuevo. Después de un cuarto retorno, se vio obligado, en el año 362, a huir por quinta vez. Finalmente, pasada aquella furia, pudo vivir en paz en su sede. Falleció el 2 de mayo del año 373. Escribió numerosas obras.

 

¡Lee la Biblia, confía en la misericordia de Dios y tu vida se transformará!

En Cristo y Santa María de Guadalupe

 

Padre Enrique García Elizalde

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